Autoexigencia y Estrés

¡A todos nos ha pasado! Minimizar o pretender normalizar fuertes exigencias laborales y de vida lamentablemente es más frecuente de lo que quisiéramos.

Un cliente ejecutivo me dijo: “gracias por ayudarme a tomar decisiones clave. Estaba sobrepasado y no sabía por dónde comenzar”. Esta frase es muy común, especialmente en el mundo corporativo.

Este cliente, cuando logró ver el muy demandante momento de su vida por el que estaba atravesando, pudo “entender” (fueron sus palabras).

Y por “entender” él se refería mirar sus circunstancias con distancia, a suspender momentáneamente el fuerte juicio que lo estaba torturando (y no se deba cuenta). Se preguntaba “¿por qué estoy tan estancado?, estoy muy ineficiente últimamente, tengo muchos temas y no puedo tomar decisiones” o sea, crítica, crítica y más autocrítica.

“Entender” también significó que le hizo sentido todo lo que sentía a la luz de sus condiciones actuales. ¡Por supuesto que estaba estancado, tengo mucho que atender!”. Logró mirarse con un poquitito de autocompasión (¡que no es lo mismo que autoindulgencia!).

Cuando “entendió” también pudo priorizar, analizar en función de los objetivos últimos que persigue en su carrera, y tomar decisiones…. Y el cielo se le despejó. Esto es lo que Susan David llama “seguir el propio camino” es decir, optar por lo que realmente nos importa, por lo más relevante.

Y esto último no es poco importante: pudo haber tomado fácilmente decisiones apresuradas, impactando resultados, personas y a sí mismo negativamente.

Otro cliente me dijo: ¿sabes lo que me pasó? ¡Me desmayé!

Me contó cómo se ha paseado por distintos médicos, algunos con hipótesis bastante aterradoras. Se hizo varios exámenes, y no encontraron nada.

Hasta que un médico le preguntó “¿estás muy estresado?”

Mi cliente es un alto ejecutivo, que se ha cambiado de país en el último año, con una fuerte autoexigencia laboral, con su esposa en el primer trimestre de su embarazo, con hijos pequeños, estudiando una maestría, y lidiando con una fuerte incertidumbre respecto de su futuro laboral.

¿Estrés? Hmm… ¡por supuesto que era estrés! Para ser específica: burnout.

Entender el propio contexto no es trivial. Muchos asumen como normal su contexto, desconociendo e ignorando las fuertes condiciones a las que muchas veces están sometidos.

Y en el fulgor de la vida cotidiana, lo que la mayoría de las personas hacemos es seguir adelante. No sostengo que sea una mala opción, sólo que es una opción muchas veces irreflexiva. ¿Por qué? Precisamente porque minimizamos y pretendemos rendir y estar tan bien como lo estamos en circunstancias normales, es decir, sin una sobre exigencia exacerbada y sostenida.

Cabe preguntarse la diferencia entre lo que significa ser humano vs. Superhéroe. Puede parecer absurdo, lo sé. Pero pretender tener superpoderes también lo es. Y, pretender poder rendir en todo al 100% cuando estamos atravesando por circunstancias de altísima demanda, es pretender tener superpoderes.

¿Cuándo uno cree que tiene superpoderes? Cuando pierdes de vista que puedes fallar, cuando tu vocecilla interna te dice y te grita que deberías poder, que no debería ser tan difícil, cuando te olvidas de que eres energía y te crees un robot que no necesita descanso, cuando crees que no te puedes equivocar, cuando no entiendes por qué andas desganado/irritable/cansado/desmotivado, etc.

Es como si perdiéramos la capacidad de vernos en el contexto en el que estamos, como parte de un sistema más amplio. La visión se estrecha: reducimos, en vez de mirar el todo y lograr hacer un análisis crítico de la complejidad que nos rodea. El reduccionismo tiene un gran riego: nos quedamos solos con nuestra autoexigencia/autocrítica. Por lo tanto, está lejos de ser un superpoder, porque no nos hace bien.

A diferencia de los superhéroes, los humanos necesitamos cuidarnos, nutrirnos en todo sentido para poder rendir. Cuidar nuestra energía, nuestra biología, nuestras relaciones, nuestro norte y sentido de propósito.

El tema del autocuidado es inagotable. Mucho se habla de él, pero cuando estamos bajo alta exigencia, lo primero que suspendemos es precisamente lo que nos hace bien: dormir 8 horas, las clases de yoga, los hobbies, conversaciones con amigos, etc.

Son 7 los factores que influyen en nuestra energía cotidiana: factor espiritual (no necesariamente religioso), mental, emocional, físico, emocional, social y ambiental (Modelo COR.E Influencers, patentado por iPEC).

Estos 7 factores pueden facilitarte y estimularte o bloquearte y drenar tu energía. Si te preguntas grosso modo, ¿en cuál estás más débil? Tal vez puedas comenzar por esa área a cuidarte.

Nutrirte es el paso que sigue a reconocer el contexto en el que estás, a aceptarlo sin juicios y a explorar con curiosidad qué es lo que verdaderamente necesitas en esas circunstancias.

Todos sabemos bien lo que necesitamos, aunque a veces hay que preguntárselo más de una vez para llegar a la respuesta más profunda, a la raíz: puede ser un abrazo, puede ser descanso, puede ser reconocimiento, pueden ser miles de cosas más. Lo relevante es que una vez sepamos la respuesta, salir a buscarla.

Esos sí son humanos poderes super poderosos, son reales y están disponibles para ti.

Por último, cuando te sientas nuevamente agobiada/o, con la sensación de tener muchas pelotas en el aire, recuerda: eres el malabarista, y no ninguna de las pelotas en el aire. ¿Qué opciones tienen el malabarista? ¿Cuáles son sus posibles decisiones?

¡Conversemos sobre tus superpoderes y opciones de malabarismo!