Canopy y emigrar, ¿por qué se parecen tanto?

Tirarse en canopy (o tirolesa) se parece mucho a la experiencia de irse vivir a otro país, ya vas a ver por qué.

Cuando recién decidimos tirarnos en canopy lo tomamos como es: una aventura. Íbamos con ganas, entusiasmados, dispuestos a tener una gran experiencia con nuestra hija, que por primera vez haría algo así.

Recuerdo haberlo hecho antes, hace muchos años, y recuerdo que lo sentí como una experiencia energizante, de esas que te dejan activada y con ganas de más.

Esta vez fue igual.

Aunque desde el primer minuto sentí la similitud con la experiencia de expatriarse, de enfrentar un cambio radical, con tanta emoción involucrada.

El canopy, así como emigrar, es una experiencia imborrable. Y esto es básicamente porque se experimentan emociones y sensaciones muy intensas.

Estas emociones calan en el cuerpo y la fisiología comienza a hacer su trabajo entregándonos adrenalina y dopamina, 2 hormonas que trabajan juntas para hacer de esta experiencia (y en general de los deportes extremos) algo sin igual. Mientras la adrenalina prepara al cuerpo para una situación de riesgo, también estimula la producción de dopamina, que es la encargada de la sensación de placer y de querer repetir la experiencia. Y el cóctel principal está hecho.

Mientras te preparas para una experiencia así, la sola anticipación de la experiencia hace que comience la secreción de hormonas, en consecuencia, comenzamos a sentir y a experimentar la travesía incluso antes de ella.

Durante la preparación, es decir, antes del viaje o de la primera tirada, nos equipamos, aprendemos todo lo que sintamos que necesitamos y mientras más sabemos, más seguros nos sentimos.

La preparación para el viaje es fundamental, saber cuáles las opciones que tienes, cuál es tu zona de control, qué decisiones puedes/debes tomar y en qué momento ayuda a planificarse, recrear escenarios, desarrollar planes B, C, D, etc, todos los que se sientan necesarios.

Saber que uno puede frenar o bajar la velocidad en la bajada por el cable, tranquiliza y empodera. Conocer las poleas y el equipo de seguridad, sentir el dominio del grupo de guías a cargo de la experiencia es crítico para poder disfrutar.

Saberse apoyado (ojalá por expertos) antes de iniciar el viaje entrega la confianza necesaria para poder embarcarse en la aventura.

Íntimamente sabes que puedes, la meta/aventura está visualizada claramente, e inspira para tomar los pasos de mayor vulnerabilidad. Te mantienes optimista, te sientes poderos@, eres consciente de los riesgos y el miedo está presente, pero la emoción de la aventura es más fuerte y te mantiene en movimiento.

A medida que se acerca el momento del vuelo, más se acentúan las emociones: vértigo, ansiedad, miedo y dudas acechan. Ya estás en la plataforma o en la sala de embarque.

Una vez con el cinturón de seguridad en el asiento del avión o con la polea asegurada en el cable, en la cabeza aparece el mensaje: “No hay vuelta atrás”, cosa que es mentira porque siempre se puede salir de alguna manera, pero igualmente se siente.

Y recibes la instrucción de sentarte en el arnés y levantar los pies del suelo. En la cabeza suena un “¡Ay Dios mío!” o un “¡en qué me metí!”, el vértigo se siente en el estómago, buscas con la vista la próxima plataforma donde otro guía te ayuda a aterrizar.

Y finalmente gana el “yo puedo”, respiras y haces caso de las instrucciones con una sonrisa en la cara para no olvidar disfrutar la experiencia.

¡Ya estás colgando en el aire!

Y se escucha un «(/%#»U*!%$», o un “woooohooooo”, de cualquier manera es un alarido que sale de las entrañas, un grito profundo que da cuenta de toda esa carga de hormonas que recorre el cuerpo a toda velocidad y que necesita externalizarse.

Y se siente el viento en la cara, la velocidad, el ruido que hace la polea cuando roda por el cable, ves la copa de los árboles, la próxima estación del trayecto. Y si eres valiente, ves el paisaje, el lago o río, o lo que sea que haya bajo tuyo.

Es la emoción que se siente al salir del aeropuerto, una vez hecho todo el papeleo de inmigración, recogidas las maletas y en la calle. Es el momento del “¡wooohoooo! ¡Aquí vamos!” Y se siente la vida por delante, el vértigo de lo desconocido, la necesidad de estar atento a cualquier señal o clave que te de una guía en la dirección que deseas tu vida.

Sientes que tiemblas, con suerte te atreves a mirar dónde estás o qué te afirma, sabes si es que alguna red de contacto y te queda claro que la travesía es tuya. La experiencia es tuya. El momento el tuyo.

El vértigo y las emociones intensas están a la orden del momento.

Conforme avanzas en el camino, puedes notar cómo se acerca el punto en el que te sentirás segur@: un trabajo, una casa o la próxima estación del trayecto.

Lo mejor: gritar, y así dejar que el cuerpo libere las emociones intensas del canopy.

En tu país de destino te sirve bailar, cantar a todo pulmón, hacer deportes, reírse a carcajadas, cuidar la alimentación, meditar son algunas de las actividades que liberan la serotonina y endorfinas, que nos conectan con la felicidad que buscamos.

Ya con alguna experiencia siendo expatriado o con algunas tiradas del canopy puedes sentirte más confiado. Ya sabes de qué se trata, cómo resolver algunas situaciones, aunque éstas sean nimias. Reconoces tu barrio e incluso tal vez a algunas personas.

Y aunque aún sientas cómo tiemblan tus piernas, puedes detenerte a mirar hacia atrás, lo que has avanzado, tu travesía y sentirte orgullos@.

Contemplar el paisaje, valorar lo que has hecho, reconocer todo lo que has aprendido son grandes fuentes de refuerzo para mirar el camino que aún queda por recorrer y seguir adelante.

El orgullo de lo avanzado, dejarse sorprender y emocionar por dónde estás, hacen de la experiencia algo invaluable. ¡No dejes de celebrarlo!

Sigues en tu aventura, se siente bien. Confías más en el proceso. Igualmente sientes la adrenalina en distintos momentos, pero ya no es miedo. Te conoces, confías en ti y en tu capacidad de vivir la experiencia hasta la última gota.

Así es como, poco a poco, pasa el tiempo, se gana experiencia, se conoce más y se despliegan más recursos personales que hacen que la vida en el otro país sea más fácil: cuando ya sabes de qué se trata, puedes sentirte más seguro en las siguientes aventuras, disfrutas más, no sientes tanto vértigo porque ya estás pisando los sueños que te propusiste, o el final del trayecto de canopy.