El real aterrizaje: duelo migratorio

La semana pasada compartí con un grupo de parejas de ejecutivos expatriados. Llevan entre 2 y 4 meses en su país de destino, su nuevo país de residencia.

Observé y escuché muchas cosas, algunas que, para ser franca, me revolvieron el estómago, me trajeron al cuerpo recuerdos algunos dolorosos y otros que, a la distancia, son divertidos y parte de la anécdota. Pude evocar y actualizar su sufrimiento.

Muchos, incluso ellas mismas dirán “pero ¿cómo tanto dolor y sufrimiento?” (con tono enjuiciador). La misma pregunta juiciosa que me hacía yo años atrás.

Es que la cabeza y análisis racional opina que tienes todo lo que tal vez soñaste: vivir en el extranjero, no trabajar o descansar todo el tiempo que quieras, pasar mucho tiempo con tus hijos, tener tiempo libre para disponer y hacer lo que siempre quisiste, etc, etc, etc.

Pero las emociones no acompasan esas preguntas, y esta disonancia ya es una fuente de rabia y culpa lo suficientemente grande para poder administrar.

El duelo migratorio es más fuerte que la razón. A continuación, quiero dar luz a este duelo, contarles en qué consiste, su dimensión y alcance.

Como en todo duelo, hay una despedida que hacer, una pérdida de alguien o algo significativo.

En consecuencia, es natural que traiga consigo emociones de tristeza, melancolía, una energía distímica que tiñe todo el día con el sabor de la despedida. Andamos cabizbajos, nada parece tener sentido o cuesta mucho ver el lado amable de las cosas y conectar con la oportunidad.

¡Y por supuesto que sí: ¡si aún estamos en la despedida del pasado, no podemos ver el futuro! Es normal, válido y absolutamente lógico.

Invertimos mucha energía en hacer lo mínimo necesario para llevar la vida adelante de la manera más “normal” posible.

El duelo es natural y totalmente comprensible si piensas que, las personas que lo viven, han dejado atrás a su familia y amigos, rutina, cultura y esos códigos sutiles que entendemos los que pertenecemos a ella, idioma o jerga, el nivel cultural y/o la actividad social, actividad profesional, en fin.

Es entonces en el paso de lo conocido, familiar y amado a lo desconocido lo que provoca esta sensación de dejar atrás muchas cosas. Queda atrás entonces todo su entorno y actividades que, para muchos, les define: “soy un ocupado psicólogo, abogado o dentista. Aporto a la sociedad, soy alguien”.

Dicho de otro modo, en muchos casos, este duelo migratorio gatilla cuestionamientos respecto de su identidad: “¿quién soy acá?” “¿cómo quiero ser y estar en este lugar?” “¿qué tengo que hacer para volver a ser yo?” “¿cómo recupero mi vida en este lugar?” “¿qué significa y cómo se ve la reinvención para mí?”

En fin, migrar significa y trae consigo una reorganización total. Como he escrito en múltiples veces: “Cambiarse de país es un cambio RADICAL que nos demanda un ajuste completo. El ejercicio es de adaptación TOTAL. Esto no es algo que ocurre en un área de la vida. No, ocurre en todas. Y en todas al mismo tiempo.”

En este contexto, salir de la tristeza del duelo migratorio implica además de pensarse y definirse en el futuro. Doble o triple desafío.

Además, sabemos que la adaptación y el bienestar emocional no evoluciona de manera estable y ascendente, tienen muchos altos y bajos, y eso es perfectamente normal. También es normal sentirse bloqueado durante un tiempo, sin saber para dónde ir, o qué es lo que se quiere hacer.

Como dije antes, la tristeza es la emoción que más predomina en esta etapa en que la persona está haciendo el duelo. Pero no sólo durante esta fase, sino que puede aparecer en cualquier momento durante la experiencia de vivir lejos: para los cumpleaños, fechas patriotas importantes, enfermedades, dificultades de familiares lejos, o simplemente situaciones que evoquen recuerdos.

Lo que no queremos que pase es que esta tristeza se instale para quedarse desarrollando así, por ejemplo, cuadros depresivos o angustiosos. Si sientes que ese es tu caso pide ayuda rápido: no es necesario sufrir en vano, ni tampoco perder tiempo rico para adaptarte a tu nuevo país.

En mi ejercicio profesional he visto y he acompañado a muchas personas que, estando en duelo migratorio, se exigen sumarse rápidamente a una vida profesional activa, en circunstancias que el mundo emocional está en otro lugar: es muy difícil destinarles mucha energía a dos cosas tan distintas al mismo tiempo.

El vacío provoca miedo, también es cierto, pero las emociones están para vivirlas todas, y darles el espacio y tiempo que requieren para poder evolucionar y sanar. Si estamos bloqueados, está bien por un tiempo, pero no se puede perpetuar. No queremos que aprendas a vivir en la desolación, desesperanza o sintiéndote perdid@, queremos que esas emociones evolucionen, que haya movimiento (¡eso es saludable!) y no el estancamiento que provoca la enfermedad.

Escucha tus emociones, identifica cuál es la emoción del momento, qué te dice, qué te impulsa a hacer (date cuenta, ¡no necesariamente lo actúes!), acoge la emoción, acéptala, entiende cuándo y por qué surge, abrázala y solita va a ir mutando o disminuyendo su intensidad.

Una verdad acerca de las emociones: todas las emociones son buenas, pueden placenteras o displacenteras, gustarnos o no, pero todas son buenas en tanto nos traen un mensaje. Mientras antes escuches el mensaje que te traen, antes evolucionan.

Permíteme insistir: si estás estancad@ en emociones displacenteras, pide ayuda. Yo sé que aparece la desolación y la autocrítica y te susurran juntas al oído “¿para qué? ¿qué sentido tiene pedir ayuda? Deberías poder con esto sol@”.

La tristeza y duelo consiste en sentirse solo, desvalido y carente de todo poder, pero la autocrítica lo hace peor. En vez de acogerte y ser comprensivo contigo mismo, te das duro. Adivina a dónde lleva todo esto… a ningún lugar bueno, ¿cierto?

Es frecuente que en el duelo migratorio aparezcan ciertos síntomas asociados al estrés: problemas de sueño (mucho sueño o insomio), problemas digestivos, alergias, abuso de sustancias o alcohol, bruxismo, caída del pelo, alteraciones del apetito y cambios de alimentación, dolores musculares, etcétera. Si persisten, consulta. Todos pueden ser parte del estrés que cargas y del desarrollo de una depresión, por ejemplo.

Síntomas mentales también están a la orden del día: dificultades para concentrarse, desgano, falta de motivación o creatividad, dificultades para resolver problemas que en otros momentos eran fáciles para ti, entre otros son parte del paisaje. Obvio, ¡si nuestra cabeza está en otra parte!

Conductas asociadas al manejo de la ansiedad también son frecuentes: la procrastinación, obsesionarse con ciertas actividades (¡recuerdo a una amiga que limpiaba su casa todo el día cuando estaba triste!) o dejar de hacer algo que antes te importaba, la relación con la comida o con el ejercicio, en fin!

Con todo esto que sucede, el desafío sigue siendo reorganizarnos, alcanzar espacios de paz que permitan tranquilidad para poder imaginarnos en ese lugar de una manera inspiradora y positiva.

Los recursos personales y sociales son clave para facilitar este proceso. Armar una red que soporte, apoye y acompañe este desafío es fundamental. En tribu resulta más fácil explorar y descubrir nuevos espacios y posibilidades. También es crítico pedir ayuda en caso de necesitarlo.

Para esto es requisito vivir y transitar el duelo, darle el tiempo y el espacio a las emociones para que estas evolucionen a nuestro favor, y de este modo contar con el espacio psicológico necesario para poder proyectarte en tu nuevo país.

Si quieres profundizar, ¡contáctame!