El síndrome del impostor y la reinvención

El fenómeno del impostor ha ganado adeptos en la medida que se ha masificado su concepto, que fue acuñado en 1978 por Pauline Clance y Suzanne Imes, y se ha puesto de moda en los últimos 12 años, gracias al libro de Valerie Young “Los pensamientos secretos de las mujeres exitosas” y ha cambiado su nombre a síndrome del impostor.

El fenómeno del impostor se presenta mayormente en las personas altamente exigentes que buscan alcanzar sus metas ambiciones pero que se sienten presos de ser descubiertos como un fraude.

Son personas que dudan de sus talentos, atribuyen su éxito a la suerte o a otras externalidades, nunca a su inteligencia. Se sienten insuficientes (insuficientemente buenos, capaces, resolutivos, decididos, analíticos, etc., ponle el apellido que quieras) y temen ser descubiertos en sus deficiencias.

Es frecuente que sintamos temor al juicio externo, especialmente si sentimos que no damos el ancho para las tareas o desafíos que nos toca enfrentar, pero en estos casos, el juicio viene desde adentro: nosotros mismos nos ponemos los obstáculos y nos desfavorecemos.

En consecuencia, la baja confianza en sí mismos muchas veces paraliza a las personas a enfrentar los desafíos que anhelan. No se atreven a tomar riesgos por miedo a no estar a la altura. En otras palabras, las personas esconden su tremendo potencial (¡y esa es su gravedad!) por ser descubiertos como impostores, y pasan de las oportunidades que se les pueda presentar.

Es aquí, entonces, donde vale la pena detenerse y desarticular esa creencia. Porque, si las personas han logrado éxito y se puede encontrar evidencia externa de ese éxito, se cae la teoría de la persona que se siente un fraude.

Finalmente,

  • ¿Quién consiguió el éxito?
  • ¿Qué tan cierto es que se obtuvo por “suerte” o “casualidad”?
  • ¿Qué tan sostenible en el tiempo es el hecho de aparentar y engañar a todos quienes te dan crédito?
  • ¿Tan tontos consideras a quienes te elogian y reconocen?
  • ¿Qué porcentaje de los logros son “fraudulentos”?
  • ¿A qué atribuir el % de esos logros que no son “fraudulentos”?…

…y podríamos seguir haciendo preguntas. Si sientes que este es tu caso, intenta responder estas preguntas con total honestidad.

¿Te das cuenta? El síndrome del impostor no es real. Es una construcción, un “diagnóstico” que encasilla y estigmatiza a quienes presentan estas características.

Se le ha denominado síndrome, pero NO es una patología, es un fenómeno, o cuadro, pero no es una enfermedad. Es una experiencia psicológica.

Ser acreedor del título no te hace fuerte, por el contrario, te debilita convirtiéndose en la justificación para seguir jugando pequeño y no ir por más, como de verdad las personas quieren, y pueden. Rebélate ante el “diagnóstico”, ¡no lo hagas parte tuya!

Tener el síndrome del impostor te hace quedar estancado, pegado en aquello que no te atreves a hacer, ¿por qué? Porque no crees en tu verdadero potencial, porque te exponerte implica mostrarse, y como consideras que eres un impostor, entonces es mejor esconderse.

Pero ¡NO! Esas son ideas, son creencias que están protegidas bajo llave para que no las desafíes, porque si las desafías corres el riesgo de triunfar… puesto así suena absurdo, ¿no? Pero lo peor es que, además, es socialmente validado como real, y se disemina como el covid.

El síndrome del impostor es una falacia en si misma: ¡porque no eres un impostor! ¿o acaso te estás haciendo pasar, a propósito, y decididamente, por alguien que no eres tú? Si puedes hacer algo, está en tus capacidades, buscar modelos para imitar en su despliegue de talentos es parte de las formas que tenemos los humanos de aprender. Es distinto hacerse pasar por alguien que no eres. Sólo puedes ser tú frente a tu presente y futuro.

Créeme, no hay nada de malo en ti: nuestro sistema nervioso está cableado y programado para evitar el riesgo, es humano sentir miedo y es entendible no querer ir por más. Pero no es una justificación para no atreverse.

Todos los seres humanos contamos con un sistema nervioso programado para mantenernos tal cual estamos, en la zona de confort, seguros, sin arriesgarse innecesariamente a nada. “Las creencias y pensamientos de miedo y duda provienen de tu mente y sistema nervioso haciendo su trabajo para mantenerte a salvo” como dice mi mentora Tracy Litt. El único trabajo de nuestro sistema nervioso es mantenernos vivo, y la forma conocida para lograrlo, es hacer lo que siempre hacemos. Todo lo desconocido, da miedo y se resiste.

Lo interesante de esto es que tú decides qué creer: nadie te obliga a creer en esos pensamientos o dudas, es sólo tu decisión.

Suena fuerte y lo es: si te haces cargo de que son sólo pensamientos y creencias puedes darte cuenta del real poder que hay en ti. Como Tracy dice: “No eres tus pensamientos, eres el ser humano que tiene pensamientos”. Tú eres quien decide albergar o no esos pensamientos. Cada vez que actúas bajo la creencia del síndrome del impostor, deshonras tu poder personal, tu historia y tus reales cualidades para alcanzar lo que mereces en la vida.

Insisto, dudar y tener miedo son emociones válidas de la experiencia humana, pero esto no significa que sean verdad. Puedes cuestionar cada una de las ideas que tengas en la cabeza respecto de si eres o no impostor, o cuánto de tu éxito se le puede atribuir a la suerte.

Bueno, yendo al meollo de este blog, quiero conectar el síndrome del impostor con lo que viven las personas que, por expatriarse y verse expuestos a una reinvención, se enfrentan a experiencias psicológicas muy similares al llamado síndrome.

Es muy común que sienten duda e inseguridad de sus capacidades en el contexto de un país nuevo. “¿Cómo hará X acá?”, “¿estará bien si …?” “siempre he sido…, pero ¿será suficiente en este país?”, “mi CV en mi país se lee sólido, pero acá nadie conoce dónde he trabajado y qué he hecho”.

También es frecuente que las personas sientan que están vendiendo humo toda vez que buscan trabajo, que sus competencias no lo son tanto y que temen no destacar por lo que antes se han sentido segur@s, siendo así descubiertos es su real dimensión: no suficientes para el trabajo o desafío que tengan por delante en este nuevo contexto.

Cuál es el estándar de valoración de ciertos atributos puede variar según la cultura, es cierto, pero esto no significa que no seamos dueños de nuestras propias capacidades y talentos. Seguimos siendo talentosos, dignos de valoración y absolutamente merecedores de respeto.

Aun así, el tema cultural, la diferencia idiomática, el desconocimiento sobre cómo operan las cosas prácticas, etc., sólo ahondan la inseguridad y dudas.

Es más fácil pasar horas en las redes sociales, o pendientes del lavado de la ropa, o comprando lo que sea para distraernos. La falta de claridad, el cerebro en blanco, la confusión, las distracciones son resistencias para que evitemos exponernos a situaciones “riesgosas”, como resulta toda reinvención. Como expuse antes, las resistencias surgen naturalmente cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas.

Es fácil cerrarse, esconderse, y esperar pasar inadvertido. Pero no es justo. Deja de compararte, analiza objetivamente tu CV y el esfuerzo y talento que ha requerido tu carrera. Hazte cargo cariñosamente de todo lo que has aprendido y de las brechas que tienes por cerrar. Una mirada objetiva te va a ayudar a ponderar las cosas y a empoderarte frente a todo lo que puedes hacer.

Recuerda que los pensamientos y creencias pueden modificarse (¡buena noticia!), y que uno puede cuestionarlas, idealmente con apoyo de un profesional. ¿Por qué? Porque no hay que olvidar que estas dudas se dan en un contexto de cambio absoluto y radical: el cambio de país. Entonces, las dudas sobre cómo ser en este nuevo contexto, adquieren una nueva dimensión y profundidad. Nos son dudas sobre capacidades exclusivamente, sino sobre la misma identidad, y requieren una evolución de esa identidad que te mantiene donde estás.

Si sientes que necesitas hablar, sigue tu instinto, no te demores. Habla con alguien objetivo, que no participe de la historia para que no lo tome personal ni tome una posición al respecto. Estoy disponible para ti si lo necesitas, será un honor escucharte. Me puedes escribir a claudia@cfaurecoach.com.