¿Cómo se ve el Autoliderazgo en contextos de tensión mundial?

La situación que se vive en Ucrania no tiene a nadie indiferente. Convengamos que la agonía de estos días es, por lo bajo, extenuante.

Por eso, en los últimos días, muchas personas me han consultado y querido profundizar, respecto de cómo se sienten con la situación de Ucrania. Para muchos, es incomprensible ver cómo el humano se ataca a sí mismo. Estamos perplejos, no sabemos qué esperar, a ratos sentimos esperanza y al momento siguiente desolación. La situación nos tiene en vilo a todos.

A algunos les afecta mucho, y a otros menos. A algunos les impide concentrarse y se afligen, otros se enojan, y otros logran hacer algo con la tensión como música de fondo. Algunos sufren, otros racionalizan. Y está bien, cada uno transita por su humanidad y por la situación como puede.

Como dice Brené Brown en su último libro Atlas of the Heart, “La angustia frecuentemente causa que nos encojamos físicamente en nosotros mismos, literalmente dejándonos arrodillados o empujándonos hacia el suelo. El elemento de impotencia es lo que hace a la angustia traumática”. En otras palabras, la angustia nos achica, nos encoje, nos deja con la sensación de no poder salir de la situación generadora de la angustia.

Imaginemos la angustia que pueden sentir los ucranianos intentando salir del país, o escuchando sirenas y bombazos. Y, en consecuencia, la preocupación, asombro, horror que sentimos los demás.

Por eso, de una manera u otra, todos estamos transitando por esta angustia. Muy pocas personas tienen control sobre la situación, y el humano común se ve obligado a sólo ver las noticias por la TV o a salir a marchar por la paz, con muy pocas posibilidades de generar un cambio en el devenir de la situación. Y se siente la rabia e impotencia. Lo sé, lo veo.

Pero el valor del este blog no está en debatir sobre la situación política. De hecho, este no es un blog político, sino más bien uno que permita entender lo que nos pasa con una situación contingente, y cómo salir de esta emoción.

Es decir, liderar las propias emociones. Esto es autoliderazgo. El autoliderazgo nos pone en una situación de poder, donde se nos abren posibilidades para tomar decisiones respecto de nosotros mismos.

Autoliderazgo en última instancia es tomar consciencia de cómo estamos respecto de cómo queremos estar, y gestionar el camino que representa la brecha.

Por lo tanto, la pregunta es, ¿cómo nos queremos sentir? Claramente no angustiados, sino tranquilos, dueños de nosotros mismos.

¿Cómo transitamos la brecha? Bueno, no hay una receta única, pero de todos modos aquí les dejo algunas reflexiones/sugerencias.

Primero reconocer nuestra humanidad compartida. Somos muchos (sino todo el mundo) sufriendo por esta situación, por lo tanto, no estamos solos en esto. La humanidad compartida nos hace sentir uno más de la tribu, comprendido en nuestra humanidad, acompañados.

Implica sentirse conectado con aquello que nos une a todos. En este momento, que estamos todos pasando por emociones negativas como consecuencia de la guerra en Ucrania, podemos hablar con otros o sencillamente con un gesto, quedar conectados y en solidaridad en el sentimiento. Entendemos que el dolor es parte de la naturaleza humana y, desde ahí, conectamos.

Segundo, ¿qué emociones están a la orden del día? Algunos sienten desolación, incertidumbre, impotencia, tristeza, angustia, pesimismo, miedo, tensión, inestabilidad, irritabilidad, melancolía, distimia, nerviosismo, asombro, perplejidad, etc.

Muchos las evitan y coartan su expresión, pero hay que tener en cuenta que TODOS los sentimientos y emociones son válidas. Llamar las emociones por su nombre nos da información sobre nosotros mismos, por eso es importante reconocerlos, y para eso, contar con el apropiado vocabulario emocional.

Las emociones tienen un fuerte componente biológico, por lo tanto, se gatillan automáticamente por situaciones externas. Por ejemplo, si sentimos miedo es porque nuestro cerebro percibe que hay una situación de riesgo y comanda al cuerpo a generar hormonas y a reaccionar disponiéndose a pelear, huir, o congelarse (“hacerse el muerto”). Y esto ocurre en una fracción de segundo.

Las emociones son señales que emite nuestro cerebro para que pongamos atención a lo que está sucediendo y tomemos acción sobre esto.

Tercero, una vez que reconoces y aceptas tus emociones, dales el espacio que se merecen. Todas las emociones sirven a un propósito: son un barómetro para medir cómo estamos. Hay que vivirlas, sentirlas, acogerlas, no esquivarlas. Evadirlas no sirve, no hace bien.

Conviene sentarse en la emoción y aprender de ella. Esto significa entender qué nos quiere decir. Siguiendo con el ejemplo anterior, ¿por qué siento miedo si no hay peligro físico evidente? ¿qué, de la situación actual, me hace sentir en riesgo? ¿Cuál es la consecuencia del riego o peligro percibido? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Y luego con compasión, validarlas y acogerlas. Lo más probable es que encuentres lógica entre la percepción de la situación y la emoción.

Cuarto. Una vez que has aprendido de ellas puedes dejarlas ir. Y por dejarlas ir me refiero a sacarlas de tu cuerpo, dejarlas salir, y esto implica: llorar, gritar, correr, bailar, cantar a todo pulmón, golpear un cojín. Encuentra tu manera, la que te haga bien (y obvio, no dañe a nadie). La idea es que te sientas más livian@. En otras palabras, ofrécele a tu cuerpo una estrategia de salida de la emoción que te perturba.

Por el fuerte componente biológico de las emociones, a veces cuesta que salgan y sentirte más liviano rápidamente. Eso es normal, tu cuerpo sigue siendo recorrido por hormonas que te mantienen en alerta. Por ejemplo, cuando uno pasa un susto importante, estuviste, por ejemplo, al borde de un accidente de auto, o zafaste de ser asaltado, o te asustaron, el cuerpo queda por un rato temblando, con la respiración agitada, aunque intelectualmente uno entienda que ya está a salvo. Dale tiempo a tu cuerpo para que se recupere.

Y quinto, restaura la calma en tu sistema nervioso. Siéntate, respira profundamente. Vuelve a respirar. Hazlo de nuevo, intencionadamente, respirando con el abdomen (no vale respirar levantando el pecho). Vuelve a respirar. El cuerpo entiende las señales del cuerpo, si le damos señales de tranquilidad, éste recupera antes la calma.

Si es necesario sigue estos pasos cíclicamente, una y otra vez, todo lo que sea necesario. Con la contingencia, para muchos se hace necesario repetirlo varias veces al día.

Más arriba definí autoliderazgo como la facultad que tenemos para tomar consciencia de cómo estamos respecto de cómo queremos estar, y gestionar el camino que representa la brecha.

Me refería esto: a ser capaz de transitar por las emociones para conducirte a un espacio de bienestar y beneficioso para ti. Por eso, nos pone en una situación de poder, nos saca de la angustia. Nos abre posibilidades para tomar decisiones respecto de nosotros mismos, en vez de encogernos en la impotencia.

Tomar acciones intencionadas para el autocuidado es una decisión sabia. Es autoliderazgo.

¡A cuidarnos!

Y si necesitas ayuda, avísame, no es necesario pasar por momentos amargos solos.