¿Perdid@, sin rumbo, ni propósito?

Muchas personas al cambiar de país (y a veces sin cambiarse de país también), se encuentran de repente con una sensación de vacío, de insatisfacción, dudando de sus talentos y capacidades para enfrentar una nueva vida. Ocurre muy frecuentemente, y es esperable, porque al estar inmersos en otra cultura, donde la forma de hacer las cosas y las cosas que se hacen son distintas, uno se pregunta cómo encaja en esa nueva realidad.

Las dudas que aparecen son muchas. Las preguntas que uno se hace, en estrecha relación con la autocrítica, son frecuentemente “para qué sirvo, para que soy buen@, qué puedo hacer que me permita ser feliz y aportar a alguien, qué tengo para ofrecer aquí, etc. todas dando cuenta de un cuestionamiento sobre la propia identidad, crisis que prontamente (con la guía y apoyo necesario) se transforma en un mundo de oportunidades. Pero esta perspectiva se adquiere cuando ya se ha transitado por ella.

En la vida cotidiana no acostumbramos a preguntarnos nuestro por qué, o nuestro para qué. A veces cuesta inclinarse y explorar en la pregunta. El problema muchas veces es la impaciencia que sienten las personas por encontrar respuestas a estas preguntas.

La impaciencia puede hacernos correr tras algo que ni siquiera es realmente lo que queremos. Como dijo Ray A. Davis “La paciencia no es la espera pasiva. Es la aceptación activa del proceso necesario para obtener tus metas y sueños”. O, como yo lo entiendo, la paciencia es el espacio temporal en el que podemos larvar nuestros sueños y reflexionar sobre cómo conseguirlos. Por eso es un proceso activo, y no pasivo, como normalmente se entiende.

Una pista puede estar en el concepto de moratoria. Erik H. Erikson fue el primero en usar este concepto. La moratoria se da naturalmente en los adolescentes. Es el tiempo que se destina a lo que yo llamo “mirar el techo”, es el tiempo “muerto” pero tremendamente productivo que se invierte cuando se está en búsqueda de la identidad. Es el espacio donde se recrean distintos escenarios y alternativas para tomar una decisión posterior. Se da en los adolescentes por los profundos cambios por lo que atraviesan y porque están es búsqueda de su identidad. Igual que los adultos cuando nos cambiamos de país.

La moratoria puede doler al adulto porque no es una actividad propia de la etapa, por el contrario, escasea. Estamos acostumbrados a vivir en el hacer, no al dejar las cosas en pausa hasta que se revelen. Por eso aparece la impaciencia, y nos preguntamos con urgencia “¿qué es lo que se supone que debería hacer?”

El tema es que el sentido de la experiencia no es algo que aparezca pronto, muchas veces tarda.

El primer tiempo viviendo en el extranjero está más enfocado, como es natural, en las necesidades de seguridad, más básicas en terminología de Maslow. Es decir, encontrar casa, ubicarse en el espacio, conseguir un teléfono, proveerse las cosas mínimas necesarias por poder comenzar la vida en otro país. Es un período muy ocupado y estresante. Por eso cabe preguntarse, cuando uno recién se cambia de país, ¿es el momento de preguntarse su por qué?

Hay personas que toleran mejor la moratoria y logran poner en remojo por un tiempo las preguntas incesantes respecto de qué hago acá, cuál es mi motivo/motor de la vida, qué me hace feliz, etc. A otros les cuenta más.

Ya sea antes o después, reinventarse no es fácil, significa redefinirse en un nuevo contexto que marca fuertemente un antes y un después.

Una alternativa sería continuar haciendo o ejerciendo lo que se hacía antes de la mudanza. Pero muchas veces, es difícil sencillamente porque no se puede ejercitar la carrera o formación en otras partes por restricciones legales.

Un par de ejemplos: una de mis clientas es médico, con 2 subespecialidades, de renombre en su país de origen y tomó la decisión de aceptar moverse de país por trabajo del marido y oportunidades para sus hijos en el país de destino. Tengo otro cliente abogado que ha debido emigrar de su país por temas políticos sintiendo la urgencia de reinventarse para sostener a su familia.

Y así muchos otros que, teniendo su vida armada y satisfactoria (aunque sea medianamente satisfactoria), han optado por moverse. Todos ellos, tras resolver los temas higiénicos asociado a las necesidades básicas, se encuentran con estas preguntas.

Algunas personas describen la sensación como “sentirse en pausa”, otras “flotando en una situación” en la que no se sienten tan creadores, y en una rutina que se construyen con el tiempo, y que puede ser muy cómoda y placentera, pero no necesariamente llena el vacío espiritual y de auto realización que las personas buscan.

Muchos se preguntan hasta cuándo esperar por tener claridad de su contribución en el nuevo lugar, de su nuevo propósito, del diseño de su nueva vida, y no renunciar y volverse al país de origen o conformarse con su realidad actual. Y no hay una respuesta única, cada uno debe encontrar la suya.

Algunos se fijan hitos (terminar un curso, que los niños terminen año escolar, que termine la pandemia, ir de vacaciones a X lugar, aprender el idioma) y les sirve. Sirve fundamentalmente para sublimar el estado actual, la incomodidad de sentirse en el limbo y saber que pueden cumplir algunas de las metas que se han propuesto. Otros optan por estrategias recreacionales, buscan distraerse de las preguntas y vivir el día a día. Otros piden ayuda para poder entender lo que les pasa. Cual sea la estrategia, está bien si te sirve y te hace bien.

Mi único consejo: la calma es el lugar de nacimiento de los poderes personales 😉.

Como comentaba, esta sensación de crisis de identidad de la vida adulta es normal cuando uno se cambia de país. Solo te pido que pongas atención a si este estado se prolonga en el tiempo y encuentras que: te cuesta tomar decisiones, tienes un sentimiento sostenido de aislamiento, percepción de vacío interno, sientes incapacidad de formar relaciones interpersonales  satisfactorias, tienes un sentimiento angustiante de urgencia y de inquietud, y dificultad para llevar a cabo algún trabajo o  para concentrarte. Insisto, son síntomas normales durante un tiempo, pero si se prolonga pide ayuda para salir de ahí, porque NO NECESITAS sentirte estancado en el sufrimiento.

Independiente de eso, hay cosas que se pueden hacer durante el proceso:

  • Haz actividades que te gusten: ir al cine, caminar al cerro, ir a la playa, ojalá cosas fuera de tu casa que te conecten con el lugar en el que estás y comiences, de a poco, a disfrutar tu nuevo hábitat.
  • Elije un pasatiempo: ¿te gusta tejer, pintar, cocinar, leer, meditar, entre otros? Destínate tiempo para ello.
  • Lista todas las cosas que siempre quisiste hacer y nunca tuviste tiempo. Busca clubes o clases grupales que te ayuden a aprender o hacer lo que quieres, mientras aprovechas de conocer y compartir con otras personas. Tal vez puedes retomar alguna actividad que te guste.
  • Practica algún deporte, el que sea de tu gusto.
  • Practica el autocuidado: observa qué te hace bien y qué no, las personas con las que disfrutas y las que te restan energía, las actividades que te suman o te drenan, en fin. Date cuenta y acércate a lo que te hace bien, y toma distancia de lo que no.

Y si necesitas conversar, conéctate conmigo, me encantaría conocer tu historia.

¡Mucho éxito en tu camino!